
El asunto parece ser saber cuándo y cómo. Saber narrar entre los gestos de la voz y los gestos del silencio. María Teresa Andruetto se permite integrar ambos espacios en el tiempo del relato, y así lo efímero se mezcla con lo duradero, el recuerdo con el olvido, la vigilia con la opacidad del sueño.
Recurriendo al estilo oriental, en los catorce cuentos que integran el libro se prescinde del ornamento y se propone la simpleza y la brevedad como forma de lo bello; la fijeza es eludida y por ello la realidad se transforma secretamente en las ilusiones del hombre.
Bien puede decirse que este es un libro de poesía, y que la poética de Andruetto tiene la ventura de poder autonombrarse, de poner en escena los modos que tiene la narración de discutir la temporalidad, de invertir lo dicho anteriormente (lo ocurrido anteriormente) sin recurrir a la clausura.
La lectura de Huellas en la arena convoca extravagancias. Como lectora sentí un inusitado impulso por asirme del aire y también cierta empatía por los giros del misterio. Intuyo que cada lector experimentará sus propias cercanías y también sus propias distancias. Pero aviso que la permanencia de las huellas en la arena es un capricho del agua y que aferrados al aire estamos siempre.
El maestro samurai dice: “Lo que has vivido y olvidado, eso serás”.
Y si somos lo vivido y también lo olvidado. Si somos lo dicho y también lo silenciado, si el silencio también es una huella... Somos, por qué no, lo que va y lo que viene –lo siempre efímero–, esa instancia variable y puramente deíctica, puramente literaria.
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