martes, 4 de agosto de 2009

Los caprichos del verano

Basch, Adela. Las cuatro estaciones. Córdoba: Comunicarte (Colección Bicho Bolita), 2009. Ilustraciones de María Jesús Álvarez.

Con este título tan vivaldiano –y tan poco baschiano, por cierto, ya que originalmente la obra se llamaba "Las cuatro estaciones tienen problemas y soluciones"–, tenemos entre nosotros un nuevo libro de teatro de Adela Basch. Esta vez, editado por Comunicarte, en el formato característico de la colección Bicho Bolita: 24 x 24 cm.
Las ilustraciones, de María Jesús Álvarez, se adaptan al género literario: telones rojos, personajes interactuando en escena, movimientos detrás de bambalinas, elementos de escenografía, etc. Sin embargo, no termino de comprender el sentido de algunas indicaciones escritas entre paréntesis que aparecen en los dibujos, al estilo de “cortar pantalones”, “limpiar el piso”, “¡muy bien la expresión de ambos!” o “¿y la taza de chocolate?”. De cualquier manera, intuyo que pueden funcionar como un interesante desafío de significación para los lectores. (Es muy común que los chicos le encuentren la vuelta –cualquier vuelta que sea– a aquello que parece indescifrable para nosotros.)

Como es de suponer, esta obra de teatro está escrita en rima, esa rima sin métrica rigurosa pero de sonoridad impecable. Sus protagonistas son las cuatro estaciones. Y el conflicto se centra en que el verano, un personaje sumamente arrogante, tiene el capricho de ser único y eterno.
Este deseo arbitrario es satisfecho por las restantes estaciones, que le conceden un tiempo ilimitado de prueba con la finalidad de demostrarle que todos ellas son igualmente relevantes. A partir de este planeamiento, la autora resalta la importancia de los conceptos de equilibrio y armonía.

La reaparición del otoño trae consigo el alivio de la gente. Todo ese verano junto –calor más calor, sequía inamovible, días larguísimos y noches insignificantes– se tornaba ciertamente inaguantable.

Parecido a la felicidad, que es porque existe un opuesto, una otra cosa, y semejante también a las palabras del idioma, reconocidas entre otras por su capacidad de oposición, el verano termina comprendiéndose como parte de un todo, como una pieza más cuyo valor está determinado por la interconexión con otras piezas dentro del sistema.
El verano aprendió la lección: las cuatro estaciones son igualmente importantes para conservar el equilibrio propio de la naturaleza. Y, mientras tanto, el telón rojo va descendiendo con delicadeza.

2 comentarios:

Inés Castellano dijo...

Suena precioso. Me deja pensando lo de las acotaciones en las imágenes. ¿Serán como la voz de del "director" hacia las ilustraciones? ¿Las imágenes se concuerdan con el texto o no?

¡Habría que verlo!

Lucía Aguirre Ciocca dijo...

Igualito a la felicidad, es por oposición. ¡Me encantó! Quiero verlo.