martes, 23 de febrero de 2010

La fuerza domesticadora de Lo Pequeño

por Luciana Murzi.

Blasco, Martín. En la línea recta. Buenos Aires: Norma, 2007.


Creo que me estoy enamorando de Bob Esponja

Damián


La incógnita parece radicar en cómo desenredar la madeja de la muerte. ¿A través de la locura, de la violencia, del silencio? ¿O a través de las gotas de lluvia que están a punto de caer en el patio?


En la línea recta
aborda varias problemáticas: la muerte (cómo salir adelante), las diferencias sociales (cómo acortarlas y cómo escapar de los prejuicios y vencer la intolerancia), la violencia de los chicos (cómo orientarla hacia algo positivo), las barreras de la edad (cómo desentenderse de esos impedimentos), la paranoia que empieza a crecer adentro (cómo enfrentarla uno mismo sin perturbar el afuera, que parece incapaz de adecuarse a esas nuevas percepciones individuales) y –cuándo no, si primero se nos arremolina y después se nos adhiere a la piel– el primer amor.


El padre –el papá, el viejo o Raúl, Damián no sabe muy bien cómo nombrarlo ahora– muere.

A partir de ese evento desafortunado, la madre coquetea con la locura, el hermanito empieza a golpear gratuitamente a sus compañeros y él, nuestro narrador adolescente, vende su monumental colección de discos de rock un poco porque ya no puede sentir el poder abrazador de la música y otro poco para abastecerse de alimentos por si la economía familiar flaquea. Este miedo también lo lleva a buscar, a espaldas de la madre, su primer trabajo.


Metido en la piel de la Pantera Rosa y subido al trencito de la alegría, Damián recorrerá nuevos espacios. Cumbia y monoblocks, una chica preciosa vestida de Bob Esponja y votar en blanco que significa ser pro milico, un amigo enano y el maltrato del jefe, un hermanito que practica Kung Fu y una madre que con el disfraz de la Pantera Rosa en la mano se preocupa por la regresión que sufre su hijo.

Damián está parado justo en la frontera entre ser chico y ser grande, entre ser cuidado y hacerse cargo.
Pero cuando todo va en declive, hay que moverse sí o sí.

Como alcanzado por el consejo preponderante del I Ching, el Libro de las Mutaciones, Damián descubre que es propicia la perseverancia, y que la coincidencia es estar en el momento que está siendo y que observar es abarcar la totalidad que se desconoce en sus detalles aislados.

No hay peligro en lo fortuito, sino vida que continúa su camino. Damián lo entiende y avanza hacia la puerta para recibir a Laura, porque hay que seguir caminando por esa línea recta que van formando los eventos del azar.

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