martes, 24 de agosto de 2010

América, debo estar en América del Sur... ¡bien sur!

por Lucía Aguirre



"Siempre sucedía lo mismo: en un momento determinado, alguien levantaba la cabeza... y la veía. Es algo díficil de comprender. Es decir... Éramos más de mil en aquel barco, entre ricachones de viaje, y emigrantes, y gente rara, y nosotros... Y, sin embargo, siempre había uno, uno solo, uno que era el primero... en verla. A lo mejor estaba allí comiendo, o paseando simplemente en el puente..., a lo mejor estaba allí colocándose bien los pantalones..., levantaba la cabeza al mar un instante, echaba un vistazo al mar... y la veía. Entonces se quedaba como clavado en el lugar en que se encontraba, el corazón le estallaba en mil pedazos, y siempre, todas las malditas veces, lo juro, siempre, se volvía hacia nosotros, hacia el barco, hacia todos, y gritaba (suave y lentamente): América. Después permanecía allí, inmóvil, como si tuviera que salir en una fotografía, con cara de haber hecho a América él mismo. (...)
El primero en ver América. En cada barco hay uno. Y no hay que pensar que son cosas que ocurren por casualidad, no..., y ni tan siquiera es cuestión de dioptrías: es el destino.Son gente que desde siempre tuvieron ese instane impreso en su vida. Y cuando eran niños, podías mirarlos a los ojos y, si te fijabas bien, ya veías América preparada para saltar, para deslizarse por los nervios y la sangre y yo qué sé, hasta el cerebro y desde allí a la lengua, hasta dentro de aquel grito, AMÉRICA, ya estaba allí, en aquellos ojos, desde niño, toda entera, América."


Alessandro Baricco descubre América desde las páginas de su libro. Nos sentimos arriba del barco, descubridores. Y abajo del barco, lo seguimos siendo. Con libros que hablan de nuestra historia, ciudad portuaria, de arribos y de partidas. Italianos y españoles que se van/que se vienen. Montones de libros: pienso en Stefano de Andruetto, Las dos Marías de Falconi, Memorias de Vladimir de Perla Suez...

Como si no hubiera que cruzar el mar es el presente y pasado de una familia, con un juego de capítulos mellizos, uno relatado desde los ojos de Carolina y el otro desde la pluma de María, su bisabuela. Dos solitarias, dos luchadoras, dos valientes. El ejercicio que hace Cecilia Pisos partiendo desde un mismo título para dos capítulos y llevandolos a destinos tan diferentes es apasionante. Se encuentran bisnieta y bisabuela en los sentimientos y en las reflexiones.
Carolina y María promulgan una autonomía propia de los viajantes. Absorben, escuchan, dicen. Viven lo cotidiano. Piensan en las grandes cosas. Las dos quieren contar. Quizás no lo hagan tan alto o tan claro, por eso es nuestro deber escucharlas.
Interesante destacar la conjunción de elementos: recetas, chistes (de gallegos y de argentinos), conversaciones teléfonicas, cartas canciones e impresiones breves garabateadas en un cuadernito. Los límites propios y los ajenos. América, América, siempre el mismo problema. ¿De dónde somos? ¿De dónde nos sentimos? ¿De dónde queremos ser? ¿Qué hay más allá?

Baricco, Alessandro. Novecento. La leyenda del pianista en el océano. Barcelona: Anagrama, 1999.
Pisos, Cecilia. Como si no hubiera que cruzar el mar. Buenos Aires: Alfaguara, 2005. Con una súper tapa ilustrada por Eugenia Nobati.

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