por Alejandra Erbiti.
Basch, Adela y Fiorito, Gabriel. Cocina, goles y Cartucho... ¡qué mucho!. Buenos Aires: Abran Cancha, 2010.
Ilustraciones de Mariana Pellegrini.
Este libro está compuesto por tres obras de teatro: dos de Basch y una de Fiorito. Una + una + una: ¡tres! Aquí vienen:
“La delicadeza de la comida francesa”
¿Muchas manos en un plato hacen garabatos? Es posible. Pero si el plato y las manos están en una obra de teatro escrita por Adela Basch... ¡pueden hacer mucho más! ¡Pueden hacer cualquier cosa!
Frente a las cámaras de televisión, la conductora Aylén Tejas y el afamado chef Pocho Kló, en vez de batir una mayonesa, se baten a duelo de equívocos y malentendidos. Entre discusiones disparatadas y sartenes, ellos intentarán cocinar algo juntos. ¿Pero qué? ¿Lo conseguirán?
Para develar este misterio, hay que animarse a saborear “La delicadeza de la comida francesa”, una obra que desmiente una vez más aquel viejo proverbio que reza: “sobre gustos no hay nada escrito”.
“El día el arquero”
¿En qué piensan si les digo, por ejemplo, “Somos un excelente grupo humano”, o “El técnico siempre nos apoya, nos cuida y nos alienta como un padre” o... “Hay que poner todo en la cancha”?
La respuesta llega pronto, ¿verdad? ¡Sí, claro! Son las declaraciones típicas, al menos, las más frecuentes que podemos escuchar en un reportaje a un futbolista. Bueno, prepárense para vivir una experiencia diferente. El accidentado Roque A. Tajada, que está todo roto, deja de cama al periodista deportivo que le complica la vida con preguntas y más y más preguntas. Quizás, Roque A. Tajada pueda responderlas algún día, quizás, “El día el arquero”... o no.
“Cartucho y los animalitos sabios”
Es posible que jamás hayan oído su nombre. Seguramente no sean capaces de señalar su ubicación en un mapa, pero sin duda, una o muchas veces se habrán cruzado con algún habitante de la República de Frivolina.
Los frivolinos, tal como muestra Gabriel Fiorito, son patéticos. Viven atrincherados en sus prejuicios. Siempre dispuestos a señalar la diferencia en el otro, pero no como una de las maravillas de este mundo, sino como un problema, una razón para odiar, rechazar, incluso exterminar. Y el peor de todos los frivolinos es Cartucho.
Una verdadera tragedia que el humor, con su implacable rebeldía, ha conseguido doblegar y convertir a “Cartucho y los animalitos sabios” en una obra teatral divertida, audaz, con guiños inteligentes y mucha ternura.
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