por Luciana Murzi.
Istvansch. Abel regala soles. Buenos Aires: SM, 2009.
Todos esos papelitos de colores con los que Istvansch define su línea estética –estética de superposición de formas y de colores plenos, de elementos dispuestos para crear comunidad– están en este libro más afilados que nunca. Con ellos estipula dos estados: la alegría y la angustia, el día soleado y el día lluvioso, lo brillante del silencio y la oscuridad de ese mismo silencio.
Abel no habla ni ríe. Pero en el inicio del libro dibuja soles y los regala. Hasta que no los regala más y las páginas coloridas y llenas de soles amplios se transforman en páginas grises y azules. Páginas apagadas como la voz de Abel, que antes hablaba en imágenes de soles y ahora es una voz apagada.
Cómo Itsvansch recurre al color, a las formas y a las texturas para plantear estos estados opuestos me parece fascinante. Si todavía hay alguien que sostiene que la imagen no es inherentemente narrativa este es un ejemplo perfecto para desmentir tan errónea afirmación.
Y es también el final del libro un espacio del color en Carnaval –Carnaval en el sentido medieval de estar con el cuerpo y situación desjerarquizada–, en donde aparecen líneas junto a los redondeles. Todos moviéndose en la amplitud de una paleta de colores anchísima.
Pueden visitar la preciosa página del autor desde acá.
1 comentario:
Encantador libro.
Publicar un comentario