Méndez, Mario. Nube. Buenos Aires: Amauta, 2009. Ilustraciones de Iris Grosserohde.
Afortunadamente, este cuento de Mario Méndez, publicado con anterioridad por Libros del Quirquincho (1996, ilustraciones de Didi Grau), regresa al mercado gracias a Amauta. Con letra mayúscula e ilustraciones a cuatro colores de Iris Grosserohde, la nueva edición inaugura la serie amarilla de la editorial, destinada a los lectores más pequeños.
Nube es un hipopotamito diferente. No es negro, como el resto de su familia, y no habla. Atravesada por grandes acontecimientos, su historia va moviéndose de susto en susto, de blanco a negro y del silencio al sonido.
Tal como nos cuenta el impecable narrador de la historia, el doctor búho, la blancura y la falta de hablar del protagonista causan gran alboroto en la selva y una enorme preocupación en los padres. Sin embargo, nada nos dice acerca de las sensaciones de Nube, que parece permanecer ajeno a todo conflicto: no vemos en él preocupación, tristeza o sufrimiento ante la idea de sentirse diferente.
Así, la narración lo bordea y mediante la distancia lo coloca en un lugar central, en un primer plano donde la irregularidad puede ser mejor contemplada. Pero –es este el famoso “pero” que revierte situaciones y resignifica– el desenlace va a traer consigo la intervención tan esperada, el hipopotamito en acción. En el punto máximo de tensión, el relato le otorga subjetividad a este personaje que era “narrado” desde afuera y cuya vida parecía transcurrir en los discursos de los otros.
Luego de ser consultado por los papás hipopótamos, el búho-narrador-médico descubre el porqué de la mudez y de la blancura de Nube: un coletazo de cocodrilo que provocó tremendo susto en la mamá hipopótama embarazada. Sin embargo, este saber que maneja el narrador no devendrá en uno más complejo que remedie el problema. No hay tiempo. El camión de Funesto Ferrante, el cazador de animales susceptibles de ser admitidos en circos y zoológicos, llega primero y acelera la revelación del enigma. Podría decirse que la solución del problema es compartida, mitad mérito del razonamiento del búho y mitad mérito del azar.
Veníamos de un susto y ahora entramos en otro. Un camión, un cazador y una red. ¿Quién no tendría miedo? El hipo blanco sí tuvo, claro que tuvo. Y esta nueva ráfaga de miedo deshizo lo hecho por la anterior. En Nube aparecieron una voz desconocida y un color de lo más normal, lo que nos demuestra que, al fin y al cabo, la experimentación del miedo no siempre funciona como algo de carácter negativo: también puede conducir a un final feliz.
Aunque confieso que a mí me parece una lástima que ahora Nube, que era tan extravagante y tenía un nombre tan adecuado a su anomalía, ande por ahí confundiéndose en la pesada multitud hipopotamil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario