sábado, 10 de abril de 2010

Desnudo y sin escapatoria

por Luciana Murzi

Califa, Oche. Esqueleto final. Buenos Aires: Colihue, 19995.

En “Esqueleto final”, el cuento que le da nombre a este libro de Pajarito Remendado, hay como un más allá invadido: un más allá del cuerpo y también un más allá de aquello que se admite. El final de lo sacralizado.

Jesolfato no huele los problemas que se le van acercando. Él, en su afán de estudiar la anatomía del cuerpo humano, busca un esqueleto. A Jesolfato le gustaría poder decir “es esto y nada más que esto”: el deseo de investigar, el objeto de estudio y un final de certeza. Sin embargo, el cuento se va anunciando distinto. Cuando irrumpen policías y detectives –el secretismo en un nivel más peligroso–, un relato invariablemente se transforma. Golpes y gritos. Perseguidores y perseguidos. Ya no asistimos a la tranquilidad de una caminata por el barrio.

El humor de Oche Califa forma imágenes que van cediendo espacio; son imágenes dinámicas en avance y retroceso, en ida y vuelta del texto al texto. Ellas también, como los personajes, se visten y se quedan desnudas, se apagan y se encienden.

No hay esquizofrenia. Ciertamente los huesos hablaron para decir aquello que, aunque parezca mentira, protagonista y lector estaban esperando escuchar: “Te lo agradezco de todas maneras. Pero siempre supe que al final darían conmigo”. Arribó la conmoción que, lejos de ser perturbadora, se ampara en la solidaridad.
Proponer algo más final que un esqueleto (y que el despliegue de un operativo de la policía para evitar su escape) es una maravillosa –aunque extraña– forma de optimismo.
El esqueleto era un caso, sí, sí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah ps me gustó
ya nos estaremos viendo
hasta pronto!

Luciana Murzi dijo...

¡Un mendocino de 108 años! ¡Qué rareza y qué honor!
besos.