por Luciana Murzi
Huidobro, Norma. Juanita y el conejo perdido. Buenos Aires: Norma, 2008.
Género policial para lectores pequeños. Huidobro, siempre tan fiel a su propia escritura, teje una trama poco compleja en términos de intriga que explora las formas de construir subjetividad desde la enunciación.
Juanita y el conejo perdido es el discurso fragmentario de una nena: Juanita, la narradora que es hija, es hermana mayor, es nieta y es prima celada-celosa. Discurso que presenta la historia y su marco desde el imaginario de una nena, cuya edad es la misma que se sugiere para el lector, y que elabora mediante elementos textuales de evaluación y de posicionamiento un sistema de ser y de estar. Juanita, casi sin quererlo, relata quiénes van siendo los otros y quién va siendo ella misma en relación con esos otros. La novela es siempre proceso y devenir.
Juanita tiene un hermano chiquito, Valentín. Juanita tiene un conejo nuevo, Jacinto, que le regaló su abuela. Juanita tiene una gata vecina que roba y se va. Juanita tiene una prima, Agustina, celosa celosíma. Y también tiene un misterio que resolver: ¿quién se llevó su conejo?, o quizás: ¿cómo funcionan los celos y dónde se esconden?
Para la protagonista, los celos, celos terribles, son de Agustina. Pero pensando en el vínculo entre lenguaje y subjetividad, es posible notar cómo el texto funciona como espejo que confronta (aparentemente solo para el lector) y en ese relato de la interioridad del otro muestra los celos disfrazados de la narradora.
El misterio, anunciado en el título, queda desplazado de su función de eje. Porque desde las primeras páginas, Agustina y los celos refractados se van filtrando –veladura, grieta, erosión– en el relato y se instalan como centro. La pobre Juanita parece enfocar las cosas para otro lado, y así la muy ingenua queda discursivamente en evidencia. Aunque en compañía de un conejo precioso vestido con saquito verde y blanco y mucho, mucho, más lindo que el de su prima.
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