sábado, 31 de julio de 2010

Amar la trama y más, el desenlace

por Luciana Murzi.

Lalaurette, Sebastián. Rodrigo y el libro sin final. Buenos Aires: Sigmar, 2010.
Ilustraciones de Pablo Picyk.


Merecidísimo Primer Premio Sigmar 2010 para este libro. Aire fresco, aire puro. La escritura de Sebastián Lalaurette tiene la virtud de autocomprenderse, condición que le permite entablar ese diálogo de la literatura con la literatura.

Rodrigo y el libro sin final tiene como punto de partida la estafa de lo inconcluso. Luego de haber tenido que esperar tres meses para que Lorenzo, el bibliotecario, le consiguiera el libro que había pedido, Rodrigo se sumerge en las peligrosas aventuras del pirata Rodríguez. Pero sale a flote y allí se queda: perdido en medio del agua. ¡El libro se estaciona en el medio de la historia! ¿Y qué es un libro sin desenlace? Algo completamente inadmisible, piensa Rodrigo, y se lanza a la batalla de pedirle explicaciones al bibliotecario estafador.
La tarea de conseguir un libro de la biblioteca no había sido sencilla. Rodrigo había quedado a merced de las disposiciones de Lorenzo, ese personaje parsimonioso que parecía dominar el tiempo y el deseo. Tampoco le estaba resultando sencillo elevar sus quejas... hasta que descubre lo que descubre: un cuartito lleno de papeles y a Parabolio, el hacedor de historias.
En la primera parte del libro empiezan a asomarse dos esferas contrapuestas: la de las expectativas y la de lo que realmente ocurre. Rodrigo se descoloca frente a un contexto nuevo de respuestas, situaciones extrañas que requieren de la improvisación. ¿Literatura? Sí, eso mismo.

Rodrigo ingresa al cuarto de Parabolio, ingresa a un laboratorio de literatura. Y juntos se proponen escribirle al pirata Rodríguez una última aventura. En el medio de las conjeturas literarias, también se entrevé otra historia: la del propio Parabolio. Tener un deseo propio (de mar para el pirata, y de historias para Parabolio) implica en los dos casos renunciar al amor. ¿Cómo hubiesen sido sus vidas si esa renuncia no se hubiese concretado? Imposible saberlo. Pero siempre queda tiempo para el reencuentro.
“¿Te gustaría que el libro terminara con esta frase? ‘La última aventura del pirata Rodríguez fue la del amor’. ¿Qué tal suena?”, le dice Parabolio a Rodrigo. Y a él le suena de maravillas. Así, la expedición del pirata hacia el amor queda escrita y aprobada como final adecuado.
Pero las historias se venían cruzando tanto que al final se vuelven la misma historia. Porque Parabolio decide volver a Numeria, su ciudad de origen, para recuperar a su amada y Rodrigo se queda siendo un hacedor de historias, como lo demuestra este libro.

Por último, podríamos atrevernos a decir que el único final de un relato es el resto de las posibilidades del mundo escrito y no escrito. Y que, tal como lo hicieron Parabolio y Rodrigo, cualquiera puede practicar conclusiones y encontrar la orilla luego de haber andado el mar.

1 comentario:

Sebastián Lalaurette dijo...

¡Muchas gracias por los conceptos, que no sé si merezco del todo! Esta reseña está mejor escrita que el libro. ;)

Saludos,
Sebastián