martes, 12 de octubre de 2010

De la enseñanza y sus secretos

por Luciana Murzi.

Pérez Aguilar, Graciela. Pequeño Dragón aprende a volar. Buenos Aires: Edelvives (PequeLetra), 2010.
Ilustraciones de Natalia Colombo.


Simultáneamente con el acto d
e iniciación aparece la negación de la inmutabilidad de las cosas. Y es que todo cambia y se reacomoda, todo se mueve y se irá moviendo y moviendo. Como las alas haciendo el vuelo. Pequeño Dragón toma carrera y arranca.

Según la Mamá Dragona y el Papá Dragón, son tres los ingredientes indispensables para que un dragoncito aprenda a volar: valentía, fuerza y equilibrio. Así planteado, el asunto parece sencillo. Pero el relato de Graciela Pérez Aguilar gira en torno a un secreto: ¿en qué consiste la práctica del vuelo, la experiencia del cuerpo, y cómo se accede a ella desde cada singularidad? Sí, hay un cuarto elemento que Pequeño Dragón deberá descubrir para observar la montaña desde el aire.
Por último, también hay en Pequeño Dragón aprende a volar la certeza de un aprendizaje marginal, que no tiene que ver con la oficialidad de instituciones: el contenido de las lecciones de los padres –ese acto ritual de iniciación– no consiguen por sí mismo transmitir conocimiento; el aprendizaje de Pequeño Dragón es asimilado plenamente cuando su amiga la mariposa, esquivando las fórmulas tradicionales, le muestra que la solemnidad no vence al miedo si no hay tiempo de juego y de experimentación.

Muy a tono con el texto las ilustraciones de Natalia Colombo. Alegría por esa comunicación y también por la nueva colección de Edelvives.

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