sábado, 26 de noviembre de 2011

Lectores y lecturas

 por Luciana Murzi

Gravett, Emily. Lobos. Buenos Aires: Macmillan, 2011.

Siempre está la queja acerca de que los libros infantiles nunca terminan mal. La señora pedagogía se hace presente y se mezcla con el quehacer literario y, asimismo, con la concepción misma de literatura.
Desde la óptica negativa del asunto, el final feliz es un final tranquilizador que anula la posibilidad de que el lector se inquiete, produciendo una lectura anticipatoria y sin demasiados sobresaltos. Desde la óptica positiva, los mismos argumentos. Todos lo sabemos: en un punto, el lector infantil es feliz y será psicológicamente sano y lleno de esperanzas sabiendo que las cosas terminarán bien.
En Lobos, Emily Gravett se arriesga a ampliar la categoría de lector y propone varios tipos de prácticas de lecturas.

En una primera instancia, encontramos a un lector interno, un lector que funciona como elemento literario: el conejo. Este conejo protagonista visita una biblioteca y elige un libro sobre lobos. Vemos en la primera doble página de este libro álbum una biblioteca donde sobresale un libro no elegido por el visitante: un libro con un conejo dibujado en la tapa. Así, vemos lo que Conejo elige y también lo que descarta. Deja de lado lo conocido y elige lo otro. Y en la segunda doble página, ya vemos en segundo plano el edificio de la biblioteca quedándose atrás y a un conejo que va caminando muy distraídamente hacia lo incierto.

Tercera doble página: papelerío burocrático de la biblioteca, lo cual define una lectura comunitaria. El libro Lobos que tomó prestado Conejo (que casualmente se titula igual que el libro que nosotros leemos) ya fue leído y devuelto a la biblioteca por muchos lectores en diferentes momentos. Si lo leyó tanta gente (o animales), no puede tratarse de un libro peligroso...
Poco a poco, Conejo va leyendo página por página su libro Lobos. Y mientras tanto nosotros vamos leyendo los dos libros: el Lobos que lee Conejo y el Lobos que lo engloba. A diferencia del lector protagonista, nosotros empezamos a detectar que tanto lobo junto no es buen agüero.


En algún momento del libro que estamos leyendo los límites del libro interno que lee Conejo desaparecen y su contenido queda libre, únicamente dentro de los márgenes del libro marco, junto con Conejo. Los dos libros se vuelven uno. Y el final es solo nuestro. Con lobos y sin conejos.
En este punto, la narración se trastoca y hace su aparición la subjetividad de la autora. Y también aparece la posibilidad de un lector diferente: el lector sensible que se ve afectado por el destino sugerido de Conejo. Un lector diferente o igual a nosotros, porque queda en nosotros definirnos como aquellos lectores que desean el final feliz o como aquellos otros que aceptamos que las cosas a veces pueden salir mal. Entonces, puede haber un lector alternativo y también otros lobos que, en lugar de comer conejos, se dediquen a las verduritas.
Conejo es un lector que se aventura. ¿Nosotros qué tipo de lectores seremos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!!! Es un libro muy interesante aunque aún no lo he visto en detalle.
Pero con el principio de la nota me hiciste pensar en la cuestión de los finales. Causualmente el otro día terminábamos de leer "Los cretinos" de R. Dahl con mi hija y la verdad es que las dos nos quedamos incómodas con el final. Si bien es un final que se resuelve favorablemente para los monos que le dan su merecido a Los Cretinos, el final incomoda. Y creo que la literatura es literatura cuando nos incomoda, nos descoloca y entonces nos hace pensar.

Voy a por LOBOS!
Saludos

Nina