viernes, 3 de agosto de 2012

Juran que esa paloma no es otra cosa más que su alma

por Luciana Murzi

González, Eduardo. Origami. Buenos Aires: Libros del Náufrago, 2011.
Ilustración de tapa: María Paula Dufour.

Origami empieza con una tapa sugerente que dice y no dice. Insinúa. Papeles extendidos y papeles doblados que vuelan y que se abren. Superpuesta, la figura de una chica de ojos tristes interpelando a todo aquel que se le ponga delante. Una mirada incómoda lista para investigar.

No es una tarea fácil la que le toca afrontar a Lara, la narradora de Origami. Los pliegues de la vida, esos pasos-dobleces de las figuras de papel, le otorgan el rol de desenterradora de la memoria. Sostener la vigencia del olvido es configurar un discurso de la historia basado en la omisión, en la quietud, en un silencio que cancela la construcción de toda identidade posible en el presente. La tarea de Lara será, entonces, desdoblar la historia (la suya, la de sus padres, la de sus abuelos, la de los pueblos latinoamericanos) y, ahí sí, empezar a leerla en voz alta.



 

La historia que se cuenta en Origami tiene partes luminosas y partes oscuras. En ciertas zonas, claro, las partes se superponen. Hay un lago que se une con el cielo y hay encierros de la mente y encierros del cuerpo. Desconexiones. También una paloma que vuela y otra que permanece oculta, con las alas plegadas, en situación de espera. Recuerdos silenciados y memoria abierta. Hay enamoramientos y odios, y también enamoramientos dentro del odio. ¿Quiénes olvidan? ¿Quiénes siguen sabiendo? A través de una paloma de papel, de una carta y de los diarios íntimos de su madre, Lara empezará a saber. Y, a través de Lara, su madre iniciará el rescate de la memoria de sí misma y revertirá el olvido.
En el personaje de la madre priman los rasgos de un inmenso, íntimo e histórico olvido convertido en forma de vida. La madre es un ser de silencio y en silencio. Un sujeto de la inacción, del presente no experimentado en plenitud. Lara también tiene un padre. Autoritario, secreto, una figura que lentamente va perdiendo autoridad y respeto. Originalmente, el conjunto de ellos tres desconoce el sentido de la comunión. ¿Después? Después se verá. 

Cerca del final, el tono de Origami se interrumpe por la inauguración de un nuevo saber. Lara descubre mucho, descubre demasiado, descubre todo. Síndrome de Estocolmo. ¿Qué significa ese descubrimiento para el lector? ¿Qué significa para Lara, qué para su madre y qué para sus abuelos? Lo cierto es que los espacios se reconfiguran. Lo absoluto del cambio modifica el diseño de la narración, la agrieta y propone otro tipo de experiencia de lectura de la historia particular y del discurso de la Historia. Esta exploración está signada por la espera, por la paciencia de la espera y por su premio medido en recuperaciones de identidad y vínculos. Como si la narración hubiese estado atada de manos y, de repente, consiguiera desatarse. Sí, desdoblarse. Un vaciamiento en la memoria, un agujero negro, que se rellena y un poco rebalsa.   

No quiero develar los misterios del relato y creo que ya adelanté más de lo debido. Entonces me freno. Pero antes quiero rescatar el magnífico trabajo literario de Eduardo González para construir los ires y venires por la delicadeza y el horror, por la alegría y el espanto. El trabajo literario para la exhibición de lo impuro de una historia, su maquillaje atroz coloreando (deformando) otra capa previa de maquillaje atroz. Colorete grotesco que, lejos de teatralizar cómicamente, se hunde en lo desfestivo, en lo infestivo (infesto), en la antifiesta. González va creando luces cada vez más apagadas. Hasta que, hacia el final, se apiada del lector y permite que el interruptor lentamente vaya ubicándose en una posición de alumbramiento y puedan verse, por fin, los rostros.

Noticia: parece que en breve Origami cambiará de lenguaje y se volverá película. ¡Qué emoción!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muchas gracias por las palabras. Eduardo

David del Bass dijo...

Hola! qué tal? Acabo de descubrir tu blog, le he estado echando un vistazo y me ha gustado mucho, volveré a visitarlo más a menudo, te mando un abrazote!