La isla del abuelo es la segunda obra de Benji Davies (@benjidavies), ya reconocido autor inglés de libros álbum, un género que desde hace un tiempo viene ocupando el puesto número uno en el mundo de la literatura infantil.
Aborda nada menos que la difícil (e indispensable) tarea de cómo pensar la muerte para narrársela a los chicos, de cómo encuadrar la ausencia de los seres queridos que nos acompañaron desde que nacimos y que, por ende, estuvieron siempre. Introducir el corte, ese nuevo “nunca” de lo ausente que viene a reemplazar eternamente al “siempre” de lo presente sin caer en la cursilería, el golpe bajo o la crudeza no es nada fácil. Han fallado infinidad de autores y de libros.
La propuesta de Benji Davies es la experiencia de la muerte como un viaje. Tanto desde narración de la imagen como desde el relato textual. Puede parecer un lugar común, pero les aseguro que en este libro está trabajado maravillosamente, en escape constante. En primer lugar, porque el viaje es de ida y también de vuelta. Ir acompañando y regresar solo, surcando el dolor de que uno de los viajeros se quedó en el camino. Y en segundo lugar porque lo concreto de la muerte (en el lenguaje y en el cuerpo) no existe.
El abuelo, acompañado por su nieto Leo, viaja en un gran barco hasta llegar a una isla. Allí todo es selvático (virgen, novedoso, pura naturaleza), todo es abundancia, belleza, color, aventura.
Tenemos, entonces, a la muerte representada como un proceso de exploración de lo perfecto, de lo deseado. El viejo ya no necesita apoyarse en su bastón, cosa que bien señala Leo. En la isla puede pintar sus cuadros (crear), recorrer las aguas (descubrir), tomar el té (disfrutar). Es, a fin de cuentas, la vacación que todos soñamos.
Por un breve tiempo, el nieto también disfruta de la estadía en la isla.
Sin embargo, a la hora de regresar, de concluir el paréntesis temporal que significa toda vacación, el abuelo decide quedarse. El niño debe afrontar entonces el desafío de despedirse de su ser querido y de volver solo.
Y acá está el nudo (de la trama y también el nudo que se nos arma en la garganta, la panza, el alma cuando nos enfrentamos a la muerte de aquellos a quienes amamos). ¿Cómo hará para arreglárselas solo? ¿Qué pasará de ahora en más? ¿Cómo volver a recorrer una casa vacía?
Desatar ese nudo de angustia lleva tiempo, y la soga siempre un poquito entrelazada permanece. El cielo diáfano y el mar sereno que acompañaron el viaje de ida se contraponen al paisaje del regreso solitario de Leo, marcado por un cielo gris y tormentoso y un mar embravecido cercano a la furia y las grandes sacudidas que nos da la vida. Pero el texto, tranquilizador, se encarga de aclarar que Leo se las arregló para llegar sano y salvo.
Es interesante cómo se mezclan las lecturas de los niños con las de los adultos frente a este libro. Y esa convivencia de miradas sobre el mismo relato me parece lo más destacable del proyecto.
Funciona también de acuerdo con las distintas edades dentro de las infancias y de acuerdo a la propia vivencia de alguna pérdida en el ámbito familiar. Se lo leí a mi hijo cuando tenía 3 años y desde que lo abrimos le fascinó. Él lee el vínculo de dos presencias, el abuelo y el nieto, lee la aventura, la belleza, la despedida de los personajes que vivía como cuando él se despide de sus abuelos cada vez que los ve, con la tranquilizadora e incuestionable certeza de que en uno o dos días se volverán a encontrar. Yo, en cambio, lo leo distinto, en otra clave de lectura, de lleno en el plano simbólico. El abuelo, para colmo, es entrañable. Varias veces lloré, porque nunca puedo evitar pensar en la muerte, saber que ahí hay una relación que se termina, que ese niño pronto entenderá que su abuelo no va a volver y que, entonces, también llorará.
Pero llorará en un duelo transitado más suavemente, porque guardará para sí como un secreto compartido la reconfortante satisfacción de saber que su abuelo está en un lugar lleno de calma, rodeado de cosas bellas, el destino ideal de una larga travesía.
Léanlo para deleitarse con el tratamiento del tema y también para disfrute visual. Las ilustraciones son maravillosas, explosivas, íntimas, con los tonos justos para cada escena. Al abordaje, mis valientes, que grandes aventuras los esperan en las profundidades de las páginas de este libro, se lo aseguro. No se dejen confundir por el oleaje tranquilo de la superficie.