Isol. El menino. Buenos Aires, Océano, 2015.
Vaccarini, Franco. Cómo bañar a un marciano. Buenos Aires,
Edelvives, 2015.
Los formalistas rusos solían decir que el acto de volver
extraño un objeto era lo que determinaba que la aproximación a él era
artística. El extrañamiento (u ostranenie)
es una estrategia muy propia del arte, su mirada más pura, y consiste en recortar
un elemento de lo cotidiano y quitarle la familiaridad con la que solemos
abordarlo. En este ejercicio, se logra desautomatizar la percepción y podemos
acceder al objeto con “ojos nuevos”. Para que ello suceda, es fundamental cómo
se describe el objeto. En la forma está la diferencia.
¿Y qué pasa si la mirada de extrañamiento la ponemos sobre
un otro tan cercano como un hijo o un hermano,
un ser humano muy parecido a nosotros? Pasan libros como El menino, de Isol, y Cómo
bañar a un marciano, de Franco Vaccarini. Dos joyitas del arte LIJ.
Ambos libros son catálogos detallados de las características
y comportamientos de un bebé humano, que vendría a ser su objeto de estudio,
realizado con textos e ilustraciones descriptivas. En el primero, a modo de
trabajo antropológico, un bebé (el Menino) es observado y analizado de cerca
por su mamá. En el otro, por su hermano mayor. Los dos son tomados por
extraterrestres, o vaya a saber qué ejemplar extravagante, bicho raro, sapo de
otro pozo, extranjero de entre nosotros, por supuesto. Su origen es incierto,
aunque mucho no interesa; lo importante es que están acá. Y tanto el Menino de
Isol y el marciano de Franco Vaccarini llegaron para desordenar.
En el interior del narrador de Cómo bañar… se produce una lucha entre el odio, la curiosidad y el
cariño. El extraterrestre que vino a desplazarlo de su cómodo lugar de ser
único lo está incomodando de todas las maneras posibles. Franco Vaccarini
encuentra el tono exacto para presentarle al lector el complejo y
contradictorio encuentro con el hermano nuevo.
Las instrucciones que promete el título están consignadas en el cuaderno del protagonista, y eso es lo que el libro nos muestra: la reproducción de las páginas escritas y dibujadas por el narrador, al mejor estilo diario íntimo. Las ilustraciones de Carlos Higuera son fundamentales para que Cómo bañar a un marciano funcione, no solo estéticamente –¡exquisito!–, sino también a nivel narrativo. Mateo, el nuevo hermanito, será retratado a lo largo del libro como un extraterrestre verde. Recién cuando el texto introduce la "verdad" del hermanito humano, la imagen se modifica.
Las instrucciones que promete el título están consignadas en el cuaderno del protagonista, y eso es lo que el libro nos muestra: la reproducción de las páginas escritas y dibujadas por el narrador, al mejor estilo diario íntimo. Las ilustraciones de Carlos Higuera son fundamentales para que Cómo bañar a un marciano funcione, no solo estéticamente –¡exquisito!–, sino también a nivel narrativo. Mateo, el nuevo hermanito, será retratado a lo largo del libro como un extraterrestre verde. Recién cuando el texto introduce la "verdad" del hermanito humano, la imagen se modifica.
Con la llegada de un hermanito, el mayor descubre un mundo de cosas y
sentimientos nuevos, algunos amenos y otros más difíciles de digerir. Se trata
de un proceso de aprendizaje, y una manera totalmente lógica de atravesar ese
proceso es transformar al hermanito en un marciano, obvio.
El Menino, por su
parte, se presenta como un relato basado en hechos reales y tiene un estilo más
formal, como de manual. Entre tonos pasteles y una paleta acotada, nos muestra
un recorrido que se inicia con la llegada del Menino, quien literalmente cae
del cielo.
Con mucho ingenio y sutileza, el narrador desnaturaliza cada acción
del bebé y cada parte de su cuerpo. Nos explica cosas básicas que tenemos
incorporadas como especie. ¡Es difícil! Un ejercicio de irse lejos y luchar
contra nuestro conocimiento de siempre para conocer de nuevo y de otra forma. Y
así entender distinto.
La ilustración es fundamental para construir el sentido. Por
ejemplo, la descripción de la nariz es la siguiente: “En medio de las ventanas
[ojos] y la ventosa [boca] hay dos agujeritos que son túneles hacia el interior
del Menino. Por allí entra y sale el aire, rápido como un conejo. El Menino los
revisa seguido y se ocupa personalmente de mantenerlos destapados. Es que al
Menino le encanta respirar”. Y vemos a un bebé hurgándose la nariz.
El libro de Isol termina cuando el Menino descubre que los
adultos también fueron meninos (y que de algún modo nunca dejan de serlo) y
logra así identificase con ellos y pertenecer a su mundo. A la inversa, el
libro de Vaccarini concluye cuando el narrador se equipara con el marciano. Lo
extraño, en ambos casos, se suaviza al encontrar su lugar.
Descentrar lo conocido funciona entonces como una manera de
reacomodar bajo otras leyes. Finalmente, nos alejamos para conocer mejor, yendo
hasta el fondo de nosotros mismos, y para crear con los otros lazos sinceros y
despojados de los deberes convencionales. Nos alejamos para acercarnos con más
fuerza al núcleo. Aprendemos a entender desde cero al Menino y a querer al
marciano tal cual es, no porque debamos hacerlo, sino porque se gana la
pertenencia a la familia y nuestro cariño siendo tan raro y adorable.
De todas maneras, en el inicio de este texto nos preguntábamos
qué pasaba si la mirada de extrañamiento se posaba sobre un ser humano muy
parecido a nosotros mismos. Pasan estos dos magníficos libros, repetimos. Y en
ellos, de tanto desfamiliarizar a un semejante, pasa la enorme y profunda situación
de convertirnos nosotros mismos en extraños frente a nuestros ojos.
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