domingo, 28 de febrero de 2010

martes, 23 de febrero de 2010

La fuerza domesticadora de Lo Pequeño

por Luciana Murzi.

Blasco, Martín. En la línea recta. Buenos Aires: Norma, 2007.


Creo que me estoy enamorando de Bob Esponja

Damián


La incógnita parece radicar en cómo desenredar la madeja de la muerte. ¿A través de la locura, de la violencia, del silencio? ¿O a través de las gotas de lluvia que están a punto de caer en el patio?


En la línea recta
aborda varias problemáticas: la muerte (cómo salir adelante), las diferencias sociales (cómo acortarlas y cómo escapar de los prejuicios y vencer la intolerancia), la violencia de los chicos (cómo orientarla hacia algo positivo), las barreras de la edad (cómo desentenderse de esos impedimentos), la paranoia que empieza a crecer adentro (cómo enfrentarla uno mismo sin perturbar el afuera, que parece incapaz de adecuarse a esas nuevas percepciones individuales) y –cuándo no, si primero se nos arremolina y después se nos adhiere a la piel– el primer amor.


El padre –el papá, el viejo o Raúl, Damián no sabe muy bien cómo nombrarlo ahora– muere.

A partir de ese evento desafortunado, la madre coquetea con la locura, el hermanito empieza a golpear gratuitamente a sus compañeros y él, nuestro narrador adolescente, vende su monumental colección de discos de rock un poco porque ya no puede sentir el poder abrazador de la música y otro poco para abastecerse de alimentos por si la economía familiar flaquea. Este miedo también lo lleva a buscar, a espaldas de la madre, su primer trabajo.


Metido en la piel de la Pantera Rosa y subido al trencito de la alegría, Damián recorrerá nuevos espacios. Cumbia y monoblocks, una chica preciosa vestida de Bob Esponja y votar en blanco que significa ser pro milico, un amigo enano y el maltrato del jefe, un hermanito que practica Kung Fu y una madre que con el disfraz de la Pantera Rosa en la mano se preocupa por la regresión que sufre su hijo.

Damián está parado justo en la frontera entre ser chico y ser grande, entre ser cuidado y hacerse cargo.
Pero cuando todo va en declive, hay que moverse sí o sí.

Como alcanzado por el consejo preponderante del I Ching, el Libro de las Mutaciones, Damián descubre que es propicia la perseverancia, y que la coincidencia es estar en el momento que está siendo y que observar es abarcar la totalidad que se desconoce en sus detalles aislados.

No hay peligro en lo fortuito, sino vida que continúa su camino. Damián lo entiende y avanza hacia la puerta para recibir a Laura, porque hay que seguir caminando por esa línea recta que van formando los eventos del azar.

domingo, 21 de febrero de 2010

Julianas Ilustradas: Victoria Assanelli

Ilustradora de hoy:
Victoria Assanelli

Victoria nació en Buenos Aires en 1984 y no es sólo ilustradora. También es diseñadora textil. Imagino que por eso sus dibujos tienen esas texturas tan lindas.


Entré al mundo de la ilustración casi de casualidad. Se podría decir que fui como Alicia que, siguiendo a un conejo blanco, caí en un túnel y cuando salí estaba en este mundo nuevo pero familiar de la ilustración.

Siempre había hecho garabatos en las hojas, pero nunca había pensado que podría dedicarme a eso hasta que una de mis profesoras de diseño me lo recomendó y así caí en el túnel y llegué hasta acá.

Y creo que eso es lo que más me gusta de ilustrar, cómo con cada libro vuelvo a caer por un túnel y salgo a un nuevo mundo, siempre parecido pero siempre diferente, donde los personajes y los colores se funden y forman historias maravillosas y cotidianas, de dragones y de astronautas.


Con sólo 25 años, ya ilustró varios libros infantiles para editoriales importantes e incluso reseñamos uno de ellos

Acá pueden ver algunos de sus dibujos que más nos gustaron:


 


Y estos son algunos de sus libros publicados:


Andresen, Hans Christian. La sirenita / La sirenetta. Editorial Nikaia.
Schujer, Silvia Graciela. La mochila de Uki. Buenos Aires: SM, 2009.
Pellizzari, Graciela. Desde el corazón. Buenos Aires, Editorial Cántaro, 2008.
De Vedia, Fernando. Más cuentos de Hadas y Princesas. Buenos Aires, Atlántida, 2009.


E ilustraciones de sus libros publicados:


¡Esperamos que lo disfruten tanto como nosotras!

martes, 16 de febrero de 2010

Que me hizo comprender todo el bien, todo el mal…

por Luciana Murzi.

Méndez, Mario. El aprendiz. Buenos Aires: Alfaguara, 2010.


El proyecto de Alfaguara para recibir el Bicentenario se hizo papel. Lista la literatura, pelados los libros. Entre otros prometedores títulos, se ve el lomo turquesa de este libro de Mario Méndez. El aprendiz, una novela para lectores de doce años en adelante.
Antes, como una forma de alerta, hago una confesión: el penúltimo capítulo me puso la piel de gallina, y el último me condujo sin escalas al llanto.

Se cruzan en El aprendiz dos instancias: la historia pública del país en la época colonial y la vida privada de Nino, el huérfano que nos va contando la revolución desde adentro. Como aprendiz en el Semanario de Hipólito Vieytes, Nino empieza a empaparse de las nuevas ideas de libertad y, con el tiempo, irá comprometiéndose cada vez más y con mayor entusiasmo con los planes de la revolución.
Los grandes nombres de la Primera Junta de Gobierno desfilan por la novela como nombres amigos. Para Nino no son personajes de libros viejos, sino compañeros de camino, amigos de esos que están cuando más se los necesitan. Junto a ellos, a veces pasándola bien y otras veces no tanto, irá creciendo y convirtiéndose en un ser político que busca afanosamente –que reclama– la independencia de su pueblo.

Sin embargo, lo cierto es que El aprendiz es la historia de un amor, como dice el bolero, sobre todo de un amor. Pero se sabe: ninguna historia puede desprenderse de su contexto, y mucho menos la de Nino y Lucía, un romance atravesado por cambios sociopolíticos tan turbulentos.

En la novela de Mario Méndez pasa el agua bajo el puente.
Queda fijada como empresa imposible la separación de lo público y lo privado (el repercutir inmediato de ese eco que parece lejano y está próximo); de ahí que la clave sea narrar de adentro hacia afuera. La novela parece confirmar que, inevitablemente, toda historia es privada. Es necesario construir un relato en sentido centrífugo e ir extendiéndose, volcándose hacia el afuera, permeabilizándose.

Nino apuesta. Su vida es una creencia y un permanente apostar a ella. Algunos lo llaman tener convicción. Yo pienso en Nino –indudablemente le creo todo y no me resisto a quererlo– como un patriota enamorado que va aprendiendo a sentir. Supo del amor y fue por él: “Yo estaba seguro de que Lucía y yo estábamos destinados a vivir juntos”, rememora en el segundo capítulo. Deseó aprender a leer y a escribir y aprendió. Quiso ser escritor y lo fue (¿qué mejor confirmación que el relato de su vida?). Buscó la libertad de su pueblo, luchó por ella y se sintió feliz al presenciar el nacimiento de la patria.

En todos los niveles, Nino es un triunfador. Un triunfador privado que en los libros de Historia Argentina aparece confundido dentro de la muchedumbre esperanzada.

sábado, 13 de febrero de 2010

Un verano a puro cuento

¿Tienen calor? ¿Todavía no se fueron de vacaciones?

Editorial Sigmar tiene una excelente propuesta para escapar del calor y dejar volar la imaginación: tardes de verano en la ciudad llenas de historias sorprendentes

Podrán disfrutar de las narraciones de Marina Vázquez, que relatará cuentos de reconocidos escritores de Editorial Sigmar.
 

¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo?

Todos los domingos de febrero, a las 17 y a las 18 horas, en el Museo de los Niños (Shopping Abasto -
Av. Corrientes 3247 Nivel 2).


Esperamos que todos puedan disfrutarlo.

 

jueves, 11 de febrero de 2010

Narrando sin narrador

Por Inés Castellano

Cuvellier, Vincent. La guerra de almohadas más grande del mundo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2009.
Ilustrado por: Vincent Mathy

Casi siempre, incluso los libros para los más chiquitos, están acompañadas de algunas palabritas. Y es que estas suelen llevar el ritmo de la historia: dan pistas y ayudan a la lectura. Las narración escrita suele ser la que guía a los lectores dentro de la trama. Puede haber finales abiertos, cerrados, ambigüedades y juegos de palabras. Pero las palabras están ahí. Inmutables.

Siempre me gustaron los libros en los que las imágenes que desafían al texto. En los que las ilustraciones se componen como un contrapunto y permiten interpretar de aún más formas lo escrito.

Este libro me llamó la atención precisamente por no tener nada de texto.


prrrr! click! Estas son las únicas dos palabras —¡onomatopeyas!— que tiene.

Sin embargo, las imágenes del libro narran tanto, si no mucho más, que lo que podría narrar el texto. Hay una historia. Los chicos duermen. Uno se despierta. Otro lo sigue. Pronto se arma un revuelo y comienza la guerra. Pero como son imágenes, y cada una lleva consigo un sinfin de detalles, lo que narra cada una es mucho más que lo que entraría, quizás, en una página de texto.

Uno se ocupa de armar un fuerte, otro lee un libro, otro prepara un cartel y así sucesivamente. Y cada uno de ellos desarrolla una historia particular. Por eso, este libro se puede leer casi infinitamente. Cada personaje es una potencial historia y está en el lector descubrirlas.
 
Y en el relato también hay un contrapunto entre la oscuridad y la luz, que permite jugar muchísimo con la imaginación. Mientras todo está oscuro, sólo vemos lo que las linternas nos dejan ver. Luego, se prende la luz y descubrimos que todo lo que estábamos viendo dentro del caos de la oscuridad tiene un sentido propio.

Y una yapa para seguir creando historias: en la contratapa, todos los personajes se presentan. El único detalle que debo criticar es que ¡el pobre Rodolfo fue aplastado por el código de barras del libro! 

Con este nuevo título (entre otros), Pípala vuelve a mostrarnos que tienen un gran potencial como colección infantil dentro de Adriana Hidalgo. Súper recomendado.


Vaquitas de San Antonio que traen suerte a los ilustradores


Ir al supermercado no siempre es un paseo agobiante. Me encontré en Carrefour un libro que no conocía de Hanif Kureishi, un hallazgo en tapa dura con ilustraciones en un papel amabilísimo, editado por Montena Mondadori. Se llama Unas invitadas de excepción (o Ladybugs for lunch, título que hace más honor a la trama).


Día de visitas. El padre de los gemelos comienza el día cocinando, la madre con ruleros va de aquí para allá, los gemelos vestidos con chaquetas de seda china. Los invitados son un importantísimo matrimonio que trabaja en la televisión, dueños de una mansión francesa en la que se juntan personajes interesantísimos. Los chicos están prevenidos: tendrán que soportarlos y evitar las travesuras. Aunque es díficil... los gemelos se divierten con las mariquitas, las vaquitas de San Antonio que abundan en el patio. Llegan los invitados... ¿dónde guardar a los bichitos amigos? ¿Qué mejor que dentro del pastel con agujero en el medio? Y la travesura llega al estómago del importante invitado, el señor Frazer Binswanger. Todos empiezan a notar la extraña presencia en su rostro, salvo el mismísimo Frazer que sigue hablando y hablando. Pero los gemelos tendrán una solución casi mágica que los salvará de los apuros y los llevará más allá de lo esperado (inclusive más lejos que Francia).


Lo genial es el humor en las descripciones (cito: "...desde que había decidido dejarse crecer las patillas parecía que llevara dos caracoles peludos pegados en las mejillas...").Creo que Kureishi no tiene más cuentos para niños, y lo compré principalmente por el buen recuerdo que tengo de su novela El buda de los suburbios. El estilo de ilustración, a cargo de Simona Mulazzani, no se luce tanto en interior como en tapa. Por dentro, el relato ilustrado trascurre exclusivamente en rojos y marrones y en un solo plano, todo ahí, al alcance de la mano.


¡Atención ilustradores! Kureishi invita a ilustradores a dibujar su historia para luego ser publicada en el sitio. Puede ser una aventura interesante para embarcarse, ya que aún está inédita en inglés.

Kureishi, Hanif. Unas invitadas de excepción. Barcelona: Montena Mondadori, 2001. Ilustraciones de Simona Mulazzani.
 

miércoles, 10 de febrero de 2010

Verano de editores con Eloísa Cartonera

Una propuesta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires... talleres de edición y encuadernación con materiales de reuso y pinturas de la mano de la gente de Eloísa Cartonera. Los talleres, recomendados para chicos desde 6 años, serán itinerantes y andarán por San Telmo, Nuñez, Costanera Sur y Caballito. Estas son las fechas y los sitios:

• Sábado 13 de Febrero: PARQUE LEZAMA
• Sábado 20 de Febrero: PLAYA PARQUE DE LOS NIÑOS
• Sábado 27 de Febrero: COSTANERA SUR
• Sábado 6 de Marzo: PARQUE RIVADAVIA



"Los integrantes que participen del taller aprenderán las distintas etapas de la fabricación de un libro cartonero. Aprenderán a trabajar con el cartón, concientizándose en la importancia del reciclaje; aprenderán a encuadernar, compaginar y coser libros de manera artesanal. En el taller de Eloísa Cartonera aprenderán nociones de diseño de tapas y a producir estenciles. También conocerán a autores de todas partes de Latinoamérica. El taller tendrá una duración de dos horas. En la primera hora se hará el trabajo manual (cortado del cartón, fabricación de los estenciles y compaginación de interiores). En la segunda hora se pintarán las tapas y se encuadernará el libro.
La actividad es gratuita. Los participantes podrá llevarse de obsequio uno o dos libros realizados."

Quien tuviera 6 años...

lunes, 8 de febrero de 2010

El escritor en las inmediaciones de lo cierto

por Luciana Murzi.

Vaccarini, Franco.
Otra forma de vida. Buenos Aires: SM, 2009.


Escribir es insertarse en la dimensión del conflicto, donde las posibilidades de existencia asumen las formas de la pérdida y del hallazgo, del estar y del no estar, de la miseria y de la soberanía, de la impermeabilidad en movimiento perpetuo.


Walter Weiss, el narrador y protagonista de esta novela de Franco Vaccarini, es un escritor primerizo. Su único libro publicado, Apetito por el miedo, reúne una serie de cuentos de terror cuyo escenario es un bosque cordobés. Los personajes, unos seres fantásticos llamados “urgos”, habitan un mundo diferente al de los humanos, aunque tienen acceso a él. Son malos, malísimos, y tienen el bosque bajo el dominio de sus sombras.

Walter es convocado por Amorina, una promotora de la editorial, para visitar una escuela de Córdoba cercana al bosque real que devino en ficción dentro de su libro. Por supuesto, Walter acepta de mil amores y, tras un viaje en micro, llega a la casa –ubicada en el centro mismo del bosque– de sus huéspedes: Lila, una profesora de Literatura, y Claudio, su sombrío y hostil marido.

Escribir es adentrarse en un bosque oscuro, repleto de árboles hermosos pero también de raíces ocultas. Escribir es explorar la belleza pero también lo abyecto, lo horroroso que está a condición de lo otro.
Walter no lo sabe, ignora cuán cerca de ese bosque negro está el peligro, cuán disponible está allí la muerte. Desconoce que es ese –la literatura– el espacio de lo impuro y lo contaminado. Durante su estadía en Córdoba, lo real y lo ficticio se confunden, se hacen uno, se hacen sueño: un caos de discursos en experiencia.

Marguerite Duras dice que “(...) la escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. Y con total lucidez.”. Los urgos no existían y existían. Eran vida en varios lados, siendo libro y siendo cuerpos. Walter primero los imaginó, después los narró y más tarde los vio, les habló, fue atacado y amenazado por ellos. La política de los urgos es la del secreto. Y los secretos no se cuentan, Walter, no se cuentan.

Como en Apetito por el miedo, en Otra forma de vida hay nociones que están vaciadas porque sufren quiebres y superposiciones. Quién dice qué cosa y qué cosa es lo que se está diciendo. Qué queda afuera y qué forma parte de lo propio. Es difícil divisar fronteras. Lila, la profesora de Lengua, se lo expone a Walter: “Y yo no sé si estoy en un sueño, en la vida, en un cuento tuyo o si las tres cosas son lo mismo”. Otra forma de vida parece ser la novela que Walter Weiss escribió luego de haber estado en el bosque cordobés, una novela que le costó o le va a costar la vida. La metaficción nos rodea. Nosotros, los lectores, también quedamos envueltos en la bruma y nos cuesta descifrar el misterio de esa articulación entre sueño, vida y escritura.

La estrategia narrativa basada en la permeabilidad entre lo literario y lo real –qué es escritura, qué es experiencia y en qué punto pueden volverse la misma cosa– es retomada en el “Epílogo” de la novela, en la que aparece Franco Vaccarini como un personaje más. Un segundo narrador. Un discurso sobre otro discurso: un giño a la verosimilitud. Porque esta intervención final, la de Franco, es también, y sobre todo, una pieza más del texto, otro nivel de profundidad de la literatura dentro de la literatura.

(Franco, muchas gracias por la novela. Siempre es un placer leerte.)