Alma es una chica porteña que pasa sus fines de semana y veranos enteros en la casa del Delta. Oscila entre sus dos mundos: el de Capital, de exclusión y soledad en el colegio católico; y el de la isla, donde todo son sonrisas con Marito y Carmen.
Mientras leía, me acordé de los profesores de psicología (¡!) que defendían la relación del verbo en español adolecer con el original del latín adolescens y que, en consecuencia, decían que la adolescencia era una etapa de dolor, de sufrimiento. Alma sufre, pero no por adolescente, sufre por persona, sufre por lo que pasa alrededor, por la revolución de sentimientos que lleva adentro. Está creciendo.
En los tres personajes hay sensaciones encontradas de amor, desamor, desigualdad, exclusión y aislamiento marcadas a fuego por el momento en que transcurre la novela: la dictadura militar de 1976. Su lucha por acortar las brechas y defender sus ideales tiene un final oscuro, pero común a una época de desapariciones y torturas. Garland juega con lo que se sabe y no se dice y lo que no se sabe. En paralelo a esta novela, leí el libro 76 de Félix Bruzzone y un cuento en particular se me cruzó en el camino: "Susana está en Uruguay". Se trata de una madre que espera a una hija que no vuelve, que no va a volver, pero que es esperada con la emoción, con la emoción que le gana a la razón.
Alma, por momentos, puede ser un personaje fácil de descifrar; pero está relatado desde un lugar de intimidad que permite que olvidemos todo estereotipo y terminar acoplandonos a esta historia de dolor, lucha y reencuentro. ¡Cómo lloré!
Garland, Inés. Piedra, papel o tijera. Buenos Aires: Alfaguara, 2009.
Bruzzone, Félix. 76. Buenos Aires: Tamarisco, 2007.
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