Luján, Jorge. Pantuflas de perrito. Buenos Aires: Pequeño Editor, 2010. Ilustraciones de Isol.
Jorge Luján escribió las poesías de este libro con la colaboración de nueve chicos de Latinoamérica. Escritura conjunta. Quizás por eso los textos tienen algo de absurdo, un efecto que a veces se busca y no se logra, pero que en la lectura de este libro asoma sin esfuerzo.
Se configura así un yo poético pluralizado, polifónico y diversificado que apela a lo impensable y a trabar con las formas dadas una relación de desestructuración. Es una poética que, por ejemplo, recurre a la humanización de los animales, que serán los protagonistas. Entonces podemos hablar de un caniche mujer, una marmota que escribe poesía (poesía que no sirve, como si algún tipo de poesía pudiera hacerlo), una coneja capaz de entenderte o un perro con piecitos. Todo parece ser y todo termina siendo, como si no hubiese imposibles en el universo de Luján, Isol y los muchachines latinoamericanos.
También de versos libres. Porque ¿cómo iba a ser de otra manera, siendo un libro que se originó y siguió desarrollándose en la libertad de decir? Así quisiéramos que fuera la vida latinoamericana, así. Pudiendo ponernos en las pantuflas de perrito, como quien dice pudiendo ponernos en los zapatos de otro. Y las pantuflas, incluso, son mucho más relajadas. Esa me parece que es la clave de este libro: el compartir, el buscar la visión del otro y entretejerla con la propia.
Comprensiblemente, Isol ilustró el libro. Y aplicó esa estética tan suya de contornos sobrepasados que vuelven permeables el fondo y la figura.
Y para confirmar esta sensación de que Pantuflas de perrito es una apuesta a lo comunitario (lo desfronterizado, lo entramado) como modo de pensar y sentir, remarco la presencia de un elemento: el chanchito-alcancía. El libro se inaugura con dos versos que dicen “Me quiero comprar/ un caniche toy…”, y en la imagen de esa doble página aparece una nena con el chanchito-alcancía en las manos. Pero en la última doble página del libro, el chanchito-alcancía aparece roto. La idea de la mascota como mercancía está (perfectamente) quebrada.
Mientras miraba una y otra vez el libro para repensarlo, mi gatita Lispector quería pispear también. (¡Es tan chusma!) Movía las hojas con las patitas e intentaba mordisquear las puntas. Entonces me puse mis pantuflas de perrito, esas de ser otra por un rato, dejé el libro sobre el escritorio y me fui a jugar con Lispector. No sin antes leerle una poesía (a ella le gusta que le lea en voz alta, lo juro), una poesía que Jorge Luján y sus chicos amigos me dejaron a mano:
La vida es buena.
Mishina la mejora
si se estropea.
Mishina la mejora
si se estropea.
2 comentarios:
Toc-toc... toc-toc... toc-toc
un corazón agradecido
J;-)rge
Gracias, queridas Julianas editoras. Es una preciosa reseña. Y gracias Jorge, gracias Isol, por estar con nosotros.
Publicar un comentario