El nombre del gato
Trajimos a casa una gatita blanca y gris, que vivía en un baldío. Al principio temblada, pero a las pocas horas aceptó el nuevo mundo.
Había que ponerle un nombre. Discutimos durante días.
Algunos sonaban complicados, otros imperfectos o poco adecuados para un gato; otros decididamente estúpidos. ¿Qué nombre se pondrían a sí mismos los gatos, si pudieran hablar?
Un año después nos decidimos, porque la gata no podía seguir sin nombre. Repetimos la palabra elegida una y otra vez. Ella nos miraba, parecía aceptar aquel sonido que ahora le pertenecía.
Esa misma noche -la noche del nombre- la gata se fue por los tejados y no volvió. Había estado esperando esa palabra, nada más podíamos ofrecerle.
De Santis, Pablo. Rey secreto. Buenos Aires: Colihue, 2005.
Y qué decir: hay un tema con los gatos, lo bien y bonitos que quedan ilustrados, lo interesantes que son cuando Murakami los cuenta, y un largo listado de etcéteras. Por ahora, nada más presento este libro de Colihue de la colección de Los libros de Boris, que bien no se sabe para quien es; ¡pero que yo estoy disfrutando mucho!
2 comentarios:
Hermoso escuchar los relatos de Rey secreto narrados por el propio De Santis.
Yo creo que, además del tema de los gatos, hay un tema con los nombres. Algo que al ser dicho se esfuma; como si por el lenguaje pasara la existencia las cosas...
Ja, hay una situación muy similar en otro libro de De Santis, La Sexta Lámpara. Un gato se le pega al pobre arquitecto protagonista cuyo nombre, como suele pasarme, ya olvidé, lo sigue a la casa, se instala y, varios años después, cuando finalmente recibe un nombre, desaparece misteriosamente.
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